Principal

Diario YA


 

Justicia Injusta - ¿Tiene España un verdadero poder judicial?

José Antonio Bielsa Arbiol. Para un profano en los arcanos jurídicos, Justicia injusta (2015) del profesor Ramiro Grau Morancho se perfila como utilísima linterna didáctica con la que iluminar los sótanos de la Justicia en España.

    Justicia injusta es uno de los libros más controversiales y contestatarios de su autor, una obra incómoda que ha sido sistemáticamente silenciada por medios e instituciones. En esta reseña no más queremos indicar la importancia de Justicia injusta en el contexto bibliográfico jurídico español, puesto que ha sido uno de esos contados libros de un autor nacional –con vocación popular– capaz de exponer, sin filtros y de la manera más coloquial y accesible posible, lo que casi todos los profesionales del gremio callan, por miedo a perder sus sillones, sus medallas y sus divisas.

    Como si de un puzle de cien piezas se tratara, el libro compila otros tantos artículos aunados por idéntica temática: la Justicia, o la Injusticia realmente existente, que impera omnímoda en la España del Régimen del 78, dominada por agentes irresponsables y sectarios de toda laya, al servicio de intereses inconfesados.

    La tesis principal de Grau no es nueva, pero sí lapidaria: “En España no tenemos un verdadero poder judicial, y es hora ya de decirlo, con toda claridad. El poder judicial está subordinado al poder ejecutivo, y los jueces independientes disfrutan de su independencia… pero en juzgados unipersonales, donde las posibilidades de molestar son mínimas” (p. 14). Y añade: “Los ascensos se realizan por criterios ideológicos y/o afiliación a determinadas asociaciones judiciales –que son el brazo de los partidos políticos correspondientes–…”

    Sobre este hecho escandaloso –mas aceptado socialmente por ese consenso bruto del silencio de los borregos– se edifica el actual sistema judicial, amordazado por las afinidades políticas de rigor, y generador de una justicia desigual, a “dos velocidades” al decir del autor, puesto que permite y privilegia:

a)    una justicia rápida, “cuando se trata de privar al ciudadano de derechos, ingresarle en prisión provisional, juzgarle y condenarle casi sin instrucción”, etc.; frente a
b)    una justicia lenta, “cuando es el súbdito quien tiene la osadía de pedir cuentas a quienes gobiernan, y recurre una resolución administrativa cualquiera”.

    Este sistema injusto, progresivamente degradado, se retroalimenta con los despojos que él mismo va generando, ralentizando los tiempos y volviendo todavía más ineficaces los procesos al dejar éstos en manos de irresponsables y/o incompetentes varios, nulidades y estómagos agradecidos concordes con las “necesidades” del Sistema. La mediocridad se premia, la integridad es ninguneada e incluso castigada.

    En palabras del preclaro Conde de Romanones, de rabiosa actualidad hoy: “No hacer justicia a tiempo debiera considerarse como grave delito. Tales son los estragos que produce. Porque omitir la justicia es confirmar la injusticia. En lo individual y en lo social”.

    Si algo caracteriza al desgobierno mundialista en el Nuevo Orden, es el control absoluto de cada uno de sus entes numerados; para hacer avanzar este proceso/“progreso” en la “Ex-España” del Régimen del 78, era preciso promulgar un nuevo Código Penal, como a tal efecto se terminó haciendo en 1995, reemplazando así el anterior, de 1973 (léase franquista).

    Fue un hombre de triste recuerdo llamado Juan Alberto Belloch, a la sazón biministro de Justicia e Interior, el fautor de esta medida tan “humanitaria”, que daría como resultado un Código Penal digno del “Gran Hermano” orwelliano, puesto que partía de una serie de aberraciones pre-totalitarias difícilmente disimulables, a saber:

1)    La excesiva criminalización de la vida pública, al establecer como delitos muchas conductas que en los Códigos anteriores eran simples faltas.
2)    La complacencia torticera para con los intereses de los lobbies feministas (radicales), con el turbio propósito de enfrentar a hombres y mujeres, penalizando cualquier enfado de pareja, siempre en perjuicio del hombre, claro.
3)    La desaparición de la redención de penas por el trabajo, lo que supone un claro atentado contra los derechos fundamentales que rigen la vida social, al socavar la posible reeducación y reinserción social del condenado –por la vía del estímulo positivo para comportarse bien–.

    Por ende, “desarreglos” como éstos explicarían por qué las cárceles españolas aparezcan hoy sobresaturadas por “unidades” humanas fracasadas, con esa vertiginosa cifra de población reclusa (entre penados y preventivos) que frisa los 80.000 individuos. Ni que decir tiene que tras estas “innovaciones” hay una finalidad política implícita: hacer una gran cantera de votos.

    Así y todo, Justicia injusta no se conforma con ser una mera diagnosis de la situación vigente. También formula preguntas incómodas y plantea debates de alcance público (p. ej., la posible legalización de la prostitución, la delincuencia juvenil, la cuestión de la emigración, etc.). Frente a este plano impersonal, el texto tiene la audacia de incorporar una dimensión autobiográfica insólita, la del propio Grau en su periplo institucional, cuyas experiencias y desventuras en el desempeño de la profesión jurídica (como juez, fiscal y secretario judicial sustituto), arrojan algunas de las páginas más llamativas, tal vez por amargas en su derrotada condición: “¿España es un Estado de Derecho? No digas tonterías, hijo mío, España es un estado de desecho, eso es lo que es…” (p. 165).

    Tampoco faltan espacio en el libro para los temas y personajes coyunturales que en su día desataron gran polvareda, pero que hoy están totalmente olvidados, o casi (p. ej.: Urdangarín, Baltasar Garzón, el encarcelamiento de Pedro Varela, el Caso ERE en Andalucía, la tragedia en el Pabellón Madrid Arena, el Caso Pallerols, etc.), olvidados más que nada porque los españoles olvidan… muy pronto: “Así se construye la historia. Y así se pierden las elecciones…, si el pueblo tuviera memoria de elefante, pero parece ser que la tiene de pez, y pasados unos meses no se acuerdan de nada” (p. 149). ¡Y así nos va!

    Justicia injusta es una rara avis en el mundo editorial hispánico, fruto de un lustro (julio de 2010–agosto de 2015) de observación expectante y análisis desapasionado, de escritura urgente para los medios y grandes tensiones intelectuales asumidas. Por su responsabilidad soberana y compromiso con la sociedad civil, Justicia injusta es una de las obras mayores de Ramiro Grau; sólo por eso, estimamos su lectura imprescindible.

    El libro Justicia injusta (Versión Kindle) puede adquirirse en la plataforma Amazon: https://www.amazon.es/Justicia-Injusta-Retrato-Administraci%C3%B3n-agoni...

 

Etiquetas:José Antonio Bielsa Arbiollibros