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Diario YA


 

Es errónea, pues, la interpretación de cuño liberal que fecha el origen de España

Pero ¿Qué es el patriotismo?

Manuel Parra Celaya. No soy hombre de un solo periódico, del mismo modo que no lo soy de un único libro, Especialmente los domingos, suelo alternar cabeceras, en función del contenido que me sugieran, y el otro día le tocó a ABC, porque contenía un reportaje ( Primer plano. Págs.18-27) sobre la ausencia del patriotismo, con un interesante debate entre Serafín Fanjul, Carmen Posadas, Albert Boadella, Ramón Pérez –Maura y Gregorio Marañón Bertrán de Lis. Me hubiera gustado que otros nombres se añadieran a la lista (por ejemplo, Francisco Vázquez o Pérez-Reverte), pero ya sabemos que todo tiene sus limitaciones y no se pueden pedir peras al olmo.

 No voy a extenderme en repetir lo que cada uno opino sobre un tema que el propio periódico calificó de asunto tabú, pero sí que voy a pedir a los lectores de DIARIO YA un poco de indulgencia para matizar algo de lo allí leído.

 En primer lugar, eché a faltar lo que suele distinguir cualquier planteamiento riguroso de la mera divulgación: la definición del término patriotismo. Creo que la más aproximada sería la de identificación personal con un proyecto histórico de integración humana, llamado modernamente patria. Digo modernamente porque esta palabra, al igual que la de nación proceden del siglo XIX, no así la realidad que representan. Es decir, ya existía lo que hoy llamamos patria antes de las revoluciones liberales, solo que se empleaban otras denominaciones (como servicio al rey o Monarquía Católica); la palabra España anuncia por sí sola ese proyecto o empresa colectiva mucho antes de que se pusiera en boga lo de nación española. Como muestra un botón: en el “Llibre dels fets del Rei en Jaume” (Libro de los hechos del Rey Jaime), al manifestarse las razones por las que este, Jaime I el Conquistador, apoya a Alfonso X el Sabio a conquistar el reino de Murcia, se dice, en catalán por cierto: “ La primera cosa por Dios; la segunda por salvar a España; la tercera, que nos y vos tengamos tan gran nombre que por nos y por vos sea salvada España…” (Por cierto, que, a continuación, se dice que Cataluña es el mejor reino de España, lo que pondría hoy los pelos de punta al Sr. Mas).

 Es errónea, pues, la interpretación de cuño liberal que fecha el origen de España en la Constitución de Cádiz o en la adquisición del sentido político de las palabras nación y patria.

  Otro aspecto con el que me permito discrepar es el lugar común de echar la culpa a Franco de la ausencia de patriotismo en la izquierda, por haberse apropiado del mismo; históricamente, se podrían aducir muchas pruebas de lo contrario, pero ya sabemos lo sencillo que es  dar lanzadas a moro muerto… Es como si se acusara a Lincoln de ser culpable de la ausencia de patriotismo estadounidense en el Sur. Dígase más bien que la causa fue un complejo compartido por la izquierda y la derecho vergonzante en la Transición, culpables ambas de haber entregado la Educación en manos de quienes no se sentían españoles, entre otras cosas.

 También me permito disentir de las comparaciones tácitas con el neopatriotismo alemán, que Habermas llamó patriotismo constitucional. Creo que ni el alemán ni el español dependen de Constitución alguna, pues existe en todas las naciones una historia que debe ser asumida en su integridad, con sus luces y sus sombras, y no es una determinada Ley la que marque separaciones. Las Constituciones son como trajes que cubren el cuerpo nacional en cada momento: pueden ajarse, quedarle estrechas o anchas, son susceptibles de ir a nuevas sastrerías…Es como mentar la soga en casa del ahorcado, ya que en España tenemos el récord de Leyes de leyes solapadas unas con otras.

 Acaso faltaba añadir, por parte de algún participante en el debate que el verdadero patriotismo es el de la crítica, el del afán de superación; a lo mejor, el “me duele España” de Unamuno podría ser suscrito por bastantes indignados responsables.

 Finalmente, eché a faltar en el reportaje de ABC una clara diferenciación entre patriotismo integrador y nacionalismo; en este punto no puedo menos que acudir a la línea ideológica orteguiana-joseantoniana, que ancla los resortes de lo nacional en la construcción intelectual – lo difícil- frente a la pura efusión sentimental –lo espontáneo. El nacionalismo es un producto del romanticismo decimonónico, mientras que el patriotismo se fundamenta en lo clásico .Por otra parte, el patriotismo español hunde sus raíces en la universalidad, lo que convierte en un verdadero oxímoron a todo supuesto nacionalismo español.

 Soy consciente de que no puedo pretender que un reportaje dominical profundice en todos estos aspectos, por mucha que sea la calidad de sus ponentes, pero no es menos cierto que este asunto tabú merece la pena y conviene una reflexión en profundidad en toda la sociedad española, que no puede limitarse a exaltaciones temporales ante un partido de fútbol o al simple rechazo visceral a posturas disgregadoras, nacidas, por otra parte, como consecuencia de no haber educado a varias generaciones de españolitos en un sano y verdadero patriotismo.